Bill Gates premia una ONG dirigida por un consejero de ESADE
Bill y Melinda Gates Foundation y Microsoft Alumni Foundation ha reconocido el trabajo realizado por Worldreader, ONG que dirige el miembro del International Advisory Board de ESADE, David Risher. Worldreader está introduciendo el e-book o libro electrónico como la mejor forma para educar y escolarizar a cientos de niños en Ghana y Kenia.
Barcelona, 9 de diciembre de 2011. Bill y Melinda Gates Foundation y Microsoft Alumni Foundation han reconocido el trabajo de la ONG con sede en Barcelona Wordlreader, dedicada a la introducción del e-book en escuelas de Ghana y Kenia como herramienta educativa. Esta organización dirigida por David Risher (un ex-Director de Microsoft y Amazon y miembro del International Advisory Board de ESADE) ha sido premiada con 25.000 $ y el acceso al talento y habilidades de los otros alumnos de Microsoft para apoyar su trabajo.
Wordlreader es una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es poner bibliotecas al alcance de cada familia del planeta, usando la tecnología de los libros electrónicos. Wordlreader fomenta el hábito de la lectura de una forma más fácil, barata y fiable para proporcionar libros en las zonas más subdesarrolladas y desfavorecidas. La compañía, con sede en Barcelona, se fundó en 2009 por David Risher y el exdirector de marketing de ESADE, Colin McElwee. En 2010, puso ya en marcha un programa piloto de 500 niños en Ghana, con el apoyo del Ministerio de Educación de Ghana.
Recientemente, Worldreader acaba de obtener la autorización del Gobierno de Kenia para iniciar una prueba similar. Entre los colaboradores de la ONG se cuentan Amazon, Random House y el Gobierno de EEUU (USAID), a nivel español, e-dreams y ESADE
Más barato que el papel
Los costes reales de impresión y distribución de un libro pueden resultar hasta tres veces más caros en papel que en formato electrónico. Una realidad que, en los países desarrollados, se hace visible con la creciente y rápida penetración que el libro electrónico encuentra en el ámbito editorial. .En África, y en especial en determinados países del África subsahariana, con pobres industrias gráficas y peores carreteras, este diferencial entre el coste del libro impreso y el descargado en formato electrónico puede ser de hasta casi cuatro veces el precio del libro digital.
La explicación a este diferencial se explica en esencia por una razón. Los libros electrónicos se distribuyen mediante descarga a través de las líneas de telefonía móvil, y su coste es casi nulo. El coste del contenido digital está disminuyendo rápidamente: muchos libros digitales clásicos y actuales cuestan la mitad o incluso menos que los de tapa dura, y otros son gratuitos.
Evidentemente, el lector electrónico todavía es un equipo caro. Pero un e-book no es sólo herramienta de lectura. Es equipo avanzado que abre una inmensa puerta de conocimiento a través de miles de libros o páginas web como la Wikipedia y medios de comunicación. Accede a un primer nivel de una red mundial de conocimiento, preámbulo para entrar en la red de redes: Internet.
¿Por qué África?
Se puede objetar si África es el mejor escenario para poner en marcha un proyecto como este. La respuesta es sí. Es un continente en ebullición. Pese a aquellos países donde la falta de respeto por los derechos humanos y la violencia generalizada son rasgo común, la población africana, la más joven del mundo, es una de las más activas y dinámicas del planeta.
Asimismo, según un informe del Banco de África, un tercio de los africanos puede considerarse ya clase media. En este sentido, la progresión de redes de telefonía móvil (en su modalidad GSM), avanza a una velocidad infinitamente superior al avance de carreteras e infraestructuras viarias. De hecho, en la mayoría de los países la telefonía móvil ha llegado antes, con una aceptable cobertura nacional, que las redes de telefonía fija. Tal y como señala David Risher “en el último trimestre de 2010, África alcanzó ya los 547.5 millones de usuarios frente a los 523.6 de la Europa occidental”.
La introducción del libro electrónico en países en desarrollo, en un primer momento, puede parecer un contrasentido. Se trata de equipos tecnológicamente avanzados, dependientes del suministro energético, y cuyo destinatario final parece, en principio, menos propenso a adaptar una nueva tecnología por su falta de familiaridad que el usuario de países más desarrollados. Se ha demostrado, sin embargo, que la carencia de las infraestructuras básicas facilita que muchas de estas sociedades sean más flexibles y ágiles al adoptar un cambio tecnológico que el consumidor occidental.
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